El Estado no pedirá perdón por los crímenes de lesa humanidad el próximo 21 de marzo. Será un paso pero -a nuestro humilde entender- no alcanzará para cerrar heridas ni tampoco para poner un mojón de referencia que signifique un antes y un después como se pretende desde el gobierno. La disculpa es un paso, pero el perdón, ese que tiene que ser un gesto voluntario e individual faltará a la cita.
Un 21 de marzo el Estado uruguayo restituyó la identidad a Macarena Gelman y esa fue la fecha dispuesta para un acto de disculpa que Uruguay se debe a sí mismo por los crímenes cometidos durante la dictadura. Antes, incluso, que dar cumplimiento a cualquier pretendida imposición judicial internacional. Es todo un gesto pero creemos que insuficiente sí, como se adelanta en los medios de prensa, el Estado uruguayo como tal no tiene previsto pedir perdón por dichos actos.
Y es insuficiente porque la verdad no acompañó a este proceso y solo por fórceps se obtuvieron algunos resultados que arrojaron luz en contados casos de detenidos desaparecidos. La paz que sucede al conocimiento de la verdad solo fue posible en contados y escasísimos casos (Ubagesner Chávez Sosa, Fernando Miranda, Julio Castro y alguno más que escapa a mi memoria). Tan reducidos y escasos que hacen que la herida siga abierta en el colectivo de familiares de detenidos desaparecidos y sea insuficiente un pedido de disculpa de parte del gobierno si la institución militar como tal no hace propia la acción y la acompaña del pedido de perdón.
Seguramente será este acto un acontecimiento surgido del acuerdo con la propia Macarena -a la postre se ubica el hecho en el cumplimiento de una sentencia de la Corte Interamericana de DDHH que le atañe- y así lo dejó entrever ella misma cuando anunció que ante el mínimo gesto de pedir perdón se retiraría del acto. Entiende que el perdón es voluntario y debe significar un acto de arrepentimiento que debiera ser realizado por otros protagonistas.
No faltaron ocasiones para que se sepa de una vez y para siempre la verdad sobre el destino de los uruguayos desaparecidos. Si hasta el secreto de confesión se les ofreció en su momento por el recordado “Perico” Pérez Aguirre y fue desechado por las FFAA. Hoy sigue siendo un acto desconocido para la ciudadanía, el reconocimiento de los hechos cometidos al amparo del aparato del Estado en flagrante abuso de poder de los poderes públicos , pensados y estatuidos para otros fines.
Es cierto que nadie devolverá la vida a los desaparecidos, ni tampoco se le devolverá el tiempo perdido a quienes sufrieron injusta prisión por pensar diferente, pero a falta de la verdad (que siguen ocultando en cumplimiento de un pacto de silencio muy bien ejecutado), el pedido de perdón mitigaría el daño.
A poco de saberse la fecha del acto protocolar el Comandante en Jefe del Ejército, Cnel. Pedro Aguerre expresó que cualquier pedido de disculpas debe provenir del Estado y no de las Fuerzas Armadas. “Los que piden disculpas son los jefes y mis jefes son el presidente de la República y el ministro de Defensa...” expresó al matutino Últimas Noticias. Totalmente de acuerdo con el Coronel Aguerre, las Fuerzas Armadas no deben pedir disculpas, deben pedir perdón.
Un perdón que sea sincero, y que cierre definitivamente una etapa triste de la reciente historia uruguaya. Y no alcanza con pedir como contrapartida que otros actores hagan lo propio y hasta tanto ello ocurra, evitar toda acción al respecto.
No basta porque las Fuerzas Armadas hicieron uso y abuso del poder del Estado para vulnerar derechos inalienables para los que no fueron mandatados nunca. Ellos -más que nadie- deben asumir el pedido de perdón (junto con la verdad que han ocultado durante décadas), para que se cierre una etapa y signifique (ese sí), un antes y un después.
Hasta tanto ello ocurra seguirá abierta la herida, la que no cerrará mientras haya un familiar sin saber el destino de su desaparecido.
el hombre esperaba la disculpa,
el perro, en cambio, el perdón
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