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lunes, 19 de marzo de 2012

¿Cuándo debe renunciar un ministro?


Desde las páginas del Observador se ha desatado la más encarnizada critica a la gestión del Ministro de Salud Pública ya sea a partir de destructivos titulares de tapa o desde el desarrollo mismo de cada información que emite sobre el tema. Ahora parece ser el objetivo la renuncia del Ministro. ¿Qué o quién está detrás de esta operación mediática?


La miseria humana se instaló definitivamente en el Uruguay, y para demostrarlo no bastó con que se dispararan los homicidios perpetrados en su gran mayoría por violencia doméstica o interpersonal (no ya producto del delito), sino que ahora desde el área de la salud se devela un macabro plan de exterminio a manos de dos enfermeros y una encubridora.

Bastó que se conociera la noticia para comenzar con las especulaciones y, para cortar con ese círculo vicioso y desinformativo, los Ministros de Interior y Salud Pública llamaron a una conferencia de prensa una vez expedida la Justicia al respecto con los procesamientos de los indagados.

Particularmente extraña resulta la cobertura del órgano de prensa referido por cuanto atribuye el mayor número de casos a la institución pública (Hospital Maciel), cuando es exactamente lo contrario. En efecto, fue en la Asociación Española 1a. de Socorros Mutuos donde el confeso criminal con apariencia de enfermero, admitió una escalofriante cifra de homicidios a lo largo de años de servicio en dicho nosocomio de asistencia privada. Institución que tiene además el triste privilegio de compartir la prestación de servicios de los tres involucrados y a la postre procesados en este caso. Los tres cumplían funciones en la misma institución lo que potenciaría la comisión de los homicidios confesados.

Es cierto que en el Hospital Maciel se disparó la alarma y esta se propagó a la Española al prestar funciones también allí el primer sospechado, pero de ahí a volcar la mayor cifra de homicidios cometidos como ocurridos en el hospital público, hay una gran diferencia.

No queremos pensar que los intereses privados están jugando su partido en este caso, pues de ser así la miseria humana alcanzaría ribetes exageradamente altos. Tan altos al punto de hacernos pensar que es imposible devolver a los uruguayos la dignidad perdida por estos aberrantes hechos.

Lejos de renunciar, un Ministro debe recomponer el estado de situación alterado, dejar su mejor esfuerzo en corregir el rumbo, investigar y denunciar los hechos que afecten a su cartera en tanto garante de la salud pública de los uruguayos. Un Ministro debe enfrentar los hechos y dar tranquilidad a todos los ciudadanos que le confiaron esa alta responsabilidad. No es huyendo o renunciando como se resuelven los problemas.

No se trata de estar atornillado a ningún cargo. Un Ministro que se precie de tal en este o en cualquier gobierno, primero enfrenta y recompone el estado de su cartera, y después pone su cargo a disposición si así lo entiende y siente. Pero después de trabajar y dejar su mejor esfuerzo, nunca antes.

Cada uno debe jugar su papel o cumplir un rol. Los medios de prensa tienen el suyo en esta oportunidad, y no es precisamente el de denunciar solamente sin nada a cambio. Deben contribuir a dar tranquilidad en un tema de alta sensibilidad. Pensar otra cosa solo llevará a creer que hay carroñeros que no miden consecuencias y se nutren de estas desgracias haciendo de ello una opción egoísta de subsistencia.

El Gobierno debe gobernar y los medios -en casos como este- deben contribuir a dar garantías a la población sobre la atención de la salud pública que representa mucho más que dos psicópatas mesiánicos que se creyeron un dios para quitar la vida sin más a personas que estaban bajo su cuidado.

La información no tiene más que dos opciones: la verdad y la mentira. La primera es objetiva e incontrastable; la segunda admite mil y una variantes.

Si no se entiende la diferencia estamos mal, rematadamente mal.


el hombre arrugó la página del diario;
el perro gemía de tristeza...

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