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sábado, 22 de octubre de 2011

Comunidad Educativa Segura: más allá del Liceo Bauzá


A pesar de los cuestionamientos realizados por la Directora del Liceo Bauzá, los datos son elocuentes en marcar el acierto de una nueva forma de gestionar la seguridad en el entorno de los centros educativos.

Fue la nota de la semana que pasó, y aunque el abatimiento del líder libio Muammar Gaddafi o la aparición de restos óseos en las inmediaciones del Batallón 14 pudieron menguar su preeminencia, la relevancia del tema nos lleva a emitir una opinión sobre el mismo.

Seguramente existieron hechos que motivaron el destemplado enfoque que la Directora del Liceo Bauzá hizo sobre la seguridad afectada en su centro educativo. Hechos que fueron sucediéndose en cascada y a los cuales –según su testimonio- no se le dio el tratamiento adecuado por parte de la Policía y, particularmente, por el programa Comunidad Educativa Segura (CES), instrumentado a esos efectos.

Aún en el caso de aceptar los cuestionamientos como válidos, la forma en que fueron realizados y las consecuencias que derivaron de los mismos, lejos de propiciar soluciones, agravaron el problema al punto de ser un factor más de inseguridad que se sumó a los que dieron motivo al reclamo.

Algo así como intentar apagar un incendio con un bidón de nafta.

Según informes de la CES, la dirección del Liceo Bauzá generó una escalada de desencuentros a los que se sumó la alta exposición mediática que hiciera del tema la propia Directora y que ameritara la salida del Ministro Bonomi a poner en conocimiento de las autoridades de Secundaria la situación generada. Predisponer a los estudiantes contra la Policía no parecía ser la manera de aportar a la solución del problema sino todo lo contrario. Tampoco dejar al Liceo Bauzá sin vigilancia. El camino debía ser otro indiscutiblemente.

Si solo nos concentramos en el problema y no en la solución,  jamás hallaremos remedio al tema que lo origina, de ahí que pronto las autoridades ministeriales y los profesores (que habían iniciado un paro de actividades) comenzaron a transitar un camino de diálogo que llevó a encontrar la solución rápidamente. Los profesores levantaron las medidas y la CES comprometió vigilancia policial hasta las 23 horas todos los días lectivos.

El tenor de las acusaciones efectuadas hacen parte a un juego mediático del cual no se hizo eco el Ministerio del Interior, salvo para informar a la autoridad educativa como correspondía al entenderse que la seguridad estaba siendo afectada por la actitud asumida por la dirección del centro de enseñanza. Es tarea del Ministerio concentrarse en dar seguridad a quien la requiere y eso fue lo que se hizo desde siempre, a pesar de los desplantes sufridos por quienes son parte de un programa con alto índice de efectividad a estar por los datos estadísticos recogidos desde su implementación.

En efecto, los incidentes reportados al CES desde su instrumentación, dan cuenta de una baja ostensible en las intervenciones policiales (números que fueron convenientemente difundidos por la prensa). No puede –entonces- atribuírsele responsabilidad a quienes cumplen la tarea de patrullaje dinámico por los diferentes liceos (de eso trata el programa) acerca de los hechos que pudieron ocurrir dentro del centro de enseñanza (donde por otra parte la autoridad no es la Policía sino la Dirección del instituto).

Se cometió el error de afirmar que el programa implicaba la presencia policial permanente en la entrada del Liceo Bauzá. Ello no es correcto. El acuerdo alcanzado con los profesores en el mes de abril señalaba la instrumentación del patrullaje referido (dinámico, por zonas que abarcan varios centros educativos a la vez) y no una presencia permanente y fija en las puertas del liceo. Con esa afirmación –equivocada- se generó una cadena desinformativa que agravó la situación alejando las soluciones que pudieron (y debieron) aplicarse sin tanta exposición mediática.

El programa –lejos de debilitarse- se potencia con la instrumentación aplicada, no sin esfuerzo, por parte de las autoridades de la cartera y de la propia Policía. Pero algo nos debe quedar muy claro, también es necesario el involucramiento de otros actores (profesores, padres y alumnos). Pretender que la seguridad se logra con soluciones meramente policiales no solo es un tremendo error sino, también, una solución provisoria. Si en verdad queremos soluciones estables y permanentes debemos lograr el involucramiento de todos los actores que participan de la cotidiana tarea de brindar y recibir educación. Solo así podremos hallar verdadera solución al tema. Y esto vale también para el resto de los casos donde la seguridad forma parte. Solo con más participación ciudadana será posible generar convivencia, vacuna indispensable para derrotar la inseguridad que afecta hoy a los uruguayos.

Los centros educativos deben convertirse prontamente en lo que define la propia Ley de Educación, un centro de referencia para la comunidad. Es hora que los liceos abran sus puertas a los jóvenes para dar mayor actividad extracurricular, con deporte,  teatro, expresiones musicales y una infinidad de actividades que los propios jóvenes puedan proponer. Actividades que incluyan también a aquellos que hoy no integran el ciclo educativo pero bien pueden aspirar a una actividad extracurricular que los comprenda y acerque al ruedo.

Esta sería una forma de integración que por elevación obtendría el valor agregado de la inclusión de aquellos que hoy no integran el entramado educativo. Una forma de socialización educativa (por aproximación, pero inclusiva al fin).

Podrá sonar utópico el concepto, pero la ley establece esta opción, no hay que inventar nada. Solamente inventarnos tiempo y ganas de generar mayor convivencia.

Precisamente en los liceos, un lugar pensado para construir ciudadanía.


el hombre mencionó a Aristóteles,
y al perro le entró celo, creyó que era otro perro

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