A Pepe me lo crucé pocas veces, en todas mantuve un trato cordial y distante pero esas pocas ocasiones que cruzamos palabras fueron momentos de escucha profunda porque daba cátedra con su inmenso caudal de conocimientos a los que sumaba un profundo sentido común con el cual hacía la síntesis de una comunicación llana con la que llegaba a todos.
Lo recuerdo durante su mandato hablando a los jóvenes como si fueran sus hijos, apelando a viejos como él para que “comieran orejas” aconsejando a los gurises para que no cayeran en el abandono, sino que aprendieran a disfrutar su juventud y a amar la vida como algo sagrado.
Tuvo una impronta cargada de profunda sinceridad y no vaciló en decir lo que pensaba sin medir costos políticos. ¡Y vaya si le erró en varias ocasiones! Pero así era él y así lo respetaron todos, incluso sus más acérrimos negadores que sucumbieron ante su estatura política, capaz de sortear con republicana sinceridad sus yerros.
Desde putear a la FIFA cuando expulsaron a Suárez de un mundial a proferir sotto voce que Cristina no solo era “vieja” sino que también era “peor que el tuerto”, en directa y descarnada referencia al fallecido expresidente argentino Néstor Kirchner. Pero ni en ese exabrupto monumental, que se coló por los micrófonos y se expandió por la región y el mundo rápidamente, lo hizo descender al llano de la humillación porque mantuvo intacta su estatura asumiendo el costo con la dignidad intacta.
Genio y figura hasta la sepultura
Pepe fue siempre frontal, nunca le escapó a decir lo que pensaba. Un estratega de la palabra que tenía la virtud de convertir en tendencia todo lo que expresaba. Sabedor de esa cualidad, la explotaba consecuentemente para beneficio de su pensamiento, ese que lo llevó a la práctica con una vida austera pero digna a la que aspiraba prodigar a todos, fiel a su consigna de no considerarse más que nadie.
Se apagó su vida, pero nos dejó su trayectoria como testimonio de una manera diferente de hacer del mundo un mejor lugar para todos y no solo para unos pocos.
Un hombre común, pero dueño de un pensamiento maravilloso que tenía por horizonte una patria para todos, que llegó a lo más alto de las estructuras nacionales y que hizo del trabajo un instrumento de distribución de la riqueza haciendo que su mandato fuera de los más relevantes de la historia reciente.
A poco de asumir, abrió los puentes cortados con Argentina y el Uruguay respiró libertad con sus vecinos tras un largo período de aislamiento hacia el litoral oeste. “Uno no puede mudar un país”, repetía y con su impronta logró lo que parecía imposible para recomponer relaciones con el país vecino.
Consagró una agenda de derechos que marcaron a fuego su gestión; promovió las 8 horas para el trabajador rural siendo Ministro de Ganadería, y durante su mandato se declaró el día del peón rural que se celebra cada 30 de abril; el matrimonio igualitario, la ley de interrupción voluntaria del embarazo (con la fundamentación principal de acompañar a las mujeres en la decisión y no como un mero acto de poner fin a una vida); la regulación del consumo de marihuana, con la que puso al Uruguay en la mira internacional como un campo de prueba hacia la legalización de todas las drogas para poner fin a una guerra que solo deja muertos por el camino.
Tuvo errores como muchos, no pudo concretar su sueño de transformar la educación por más que lo resaltó varias veces en su discurso de asunción en el Parlamento. Es que cuando gobierna la izquierda es más fácil protestar, repetía y el tiempo le dio la razón.
En sus últimas declaraciones deslizó similar concepto sobre el PIT-CNT y su actitud durante el gobierno multicolor de Lacalle Pou. Los datos parecen no darle la razón, pero en el imaginario colectivo quedó la sensación de ausencia de la que habló Pepe si la comparamos estridencia que tuvo durante las gestiones frenteamplistas. Claro que Mujica exageró, era su estilo para provocar la reacción que siempre buscó con sus declaraciones.
Más allá de cualquier crítica, el Uruguay y el mundo lloran su partida. No habrá nadie en mucho tiempo que iguale la estatura internacional de José Mujica, el Pepe de los uruguayos. Ese que pasó a la historia y por el que reconocen a este país en el mundo como atestiguan quienes salen a recorrerlo.
Soy uruguayo recibe como respuesta inevitable: “el país de Pepe Mujica”.
Salud Pepe, vuela alto, ya sos eterno…
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