Portada del portal de Subrayado (3/5/22) |
A ritmo de sangre
El Ministro no pudo negar la realidad que le explotó en la cara, “los homicidios subieron –reconoció- pero bajaron los que son producto de una rapiña”- dijo, como si fuera novedad el dato. Un registro que históricamente fue bajo y no respondía a la máxima que un ex Ministro renunciado, (Germán Cardoso), augurara en ocasión de una presentación de cifras de delitos de la hoy extinta y olvidada Fundapro (“mañana uno de ustedes puede morir en una rapiña”, había dicho a los periodistas entonces).
No bastó mucho tiempo para que en lo que pareció una acción comando, seis delincuentes asaltaran una cantina en Lezica y dieran muerte al cantinero y dejaran gravemente herido a uno de los clientes. Algo parecido al crimen del planchero de La Pasiva de 8 de Octubre y Garibaldi, ocurrido en el año 2012. Un crimen que marcó un mojón ineludible no solo por lo trágico de su ocurrencia sino por la excesiva difusión de las imágenes del mismo en los medios de comunicación. Un hecho que fue usado políticamente para denigrar la gestión del entonces Ministro del Interior.
Sin embargo, los mismos que fogonearon entonces contra Bonomi, hoy reconocen que es casi imposible prever la conducta humana que deriva en un homicidio, ocurra este en el seno del hogar, en el lugar de trabajo o en la misma vía pública (aunque en esta última sea posible la disuasión a través del patrullaje preventivo, también es difícil evitarlo). Lo que resulta llamativo es que ahora sea de recibo esa justificación – lógica y absolutamente correcta- pero se la criticara al fallecido Bicho Bonomi, al punto de pedirle su renuncia durante todo su mandato.
No era tan fácil –parece- gestionar la cartera y mucho menos en los tiempos que corren si, encima, se le suma una serie de decisiones –algunas heredadas de la gestión de Larrañaga- de descabezar los mandos policiales que tenían más de una década de conocimiento acumulado. Verdaderos equipos de seguridad que fueron desarticulados para imponer viejos cuadros que desconocían no solo la operativa actual sino la modernización tecnológica de la fuerza para combatir el delito.
Con el discurso de volver a las comisarías, desapareció el PADO y las seccionales se llenaron de Policías que ya no recorren los territorios. El patrullaje preventivo dio paso al reactivo, ese que acude en respuesta a un hecho consumado y en el que la mayoría de las veces, el daño es irreparable.
En concreto, hoy asistimos a una inseguridad descontrolada, los barrios empiezan a pulsar al influjo de los daños sufridos por víctimas inocentes que reclaman la presencia policial que no ven y por los eventos que sufren sin efectiva respuesta. La pandemia cedió y ya es imposible negar que fue la principal responsable de la baja en los delitos. Resulta de una mayúscula irresponsabilidad que no hayan previsto los efectos del rebote ni que hubieran aprovechado ese hándicap para prepararse y dar respuesta.
Hoy están como inmovilizados, preparados para dar respuesta pero no para prevenir anticipándose a los hechos; no se aprecia el trabajo de inteligencia policial, mucho menos la efectividad de un sistema de patrullaje como el PADO que fue originalmente exitoso y hoy está ausente de los barrios. Y no se trata de un mero enunciado sino de un reclamo permanente de los vecinos en cada barrio o rincón del país que se visita.
Es hora de que se hagan cargo; es hora que apliquen todo lo que decían iba a cambiar el paradigma de la seguridad en nuestro país. Todo parece indicar que en lugar de eso, están bebiendo de su propio veneno y el principal efecto es la inmovilidad que les produce porque los eventos no cesan y la guerra entre bandas está manifiestamente declarada sin que haya un plan para combatirla.
Un poco de humildad no vendría mal para que se reconozca que no era tan fácil; que Bonomi, Guarteche y Layera, tenían razón cuando decían que había que estar preparados para lo que se vendría. Porque así empezaron en otros lugares y Uruguay no sería por siempre una isla.
Es hora de abandonar la soberbia desde la que gobiernan y aceptar que la gestión de la seguridad nos comprende a todos y que todos tenemos algo para aportar. Guarteche siempre recordaba la frase de Albert Einstein, que decía que si seguimos haciendo lo mismo tendremos los mismos resultados, y que para cambiar había que atreverse a hacer algo diferente.
En este caso lo distinto sería aceptar que no era fácil y que para salir adelante es imprescindible una política de Estado que involucre a todos sin exclusiones.
Hasta tanto no nos demos cuenta de eso, seguiremos haciendo lo mismo y teniendo los mismos (y nefastos) resultados. Háganse cargo!!
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