Fuente imagen: 970 Universal |
Me vas a decir a mí!!
Por eso es que si bien hay que leer las estadísticas, estas no son la verdad revelada ni mucho menos. También hay que escuchar a la gente de a pie, la que muchas veces, (la mayoría), nunca fueron encuestadas.
Las cifras sirven para representar un estado de situación y medir la marcha de la economía, por ejemplo. También sirven para evaluar una gestión y, aunque no sea la forma más correcta, son consideradas como un indicador de la eficacia o el déficit de su trabajo. Así es que se evalúa como buena o mala la tarea del Ministerio del Interior, por ejemplo, tomando como dato las estadísticas de denuncias de los delitos. Algo que tiene debilidades importantes hoy por la falta de credibilidad de los números. Desconfianza que sembró una administración que incurre en prácticas que desestimulan el registro, no tomando las denuncias en el lugar de los hechos o aumentando el dato de "muertes dudosas" (que no se cuentan en las estadísticas), de manera significativa y sin que se expidan razonables argumentos que lo justifiquen. A tal punto llega el descrédito que por primera vez desde que se llevan registros, una entidad internacional de prestigio como InSigth Crime, puso en duda los datos oficiales. (ver informe)
Peor aún es que se utilicen argumentos falsos para sostener un estado de situación irreal sustentado en los números (dudosos) que ofrecen las estadísticas. Datos que eluden deliberadamente el impacto de la pandemia del Covid-19, verdadera razón de la baja no sólo en Uruguay sino en el mundo entero.
Con falsos argumentos como la liberación de presos si se derogan los artículos relativos a la seguridad, o que se le quitará el respaldo a la Policía si triunfa el SI, resulta muy difícil mantener un nivel de intercambio razonable. Pero, como a la mentira hay que desnudarla de forma contundente, las estadísticas pueden contribuir -en este caso- para hacerlo.
Así es que, cuando nos vienen a decir que de ganar el SÍ vamos a perder seguridad, tenemos que razonar usando sus mismos argumentos. Voy a recordarles un episodio que tuvo como protagonista a un Ministro destituido en esta administración - Germán Cardoso- cuando, en ocasión de una presentación de cifras de homicidios por FUNDAPRO, en el Parlamento, se refirió a los periodistas presentes diciéndoles que "la próxima víctima podría ser alguno de ustedes". Una posibilidad remota, que estaba muy por debajo del 1% de probabilidad, pero que se quiso mostrar como altamente probable. Claro que -al igual que hoy- a ningún periodista se le ocurrió hacer el cálculo.
Pues bien, con el tema de la derogación de lo peor de la LUC pasa algo parecido ya no en el tema seguridad (donde la probabilidad de ser víctima es relativamente baja), sino en la economía, donde allí sí la probabilidad de sufrir los efectos negativos de esta ley en el bolsillo de los uruguayos es del 100%. En efecto, de mantenerse el sistema de ajuste de los combustibles impuesto por la LUC, seguiremos padeciendo ese impacto de forma irremediable sin importar si tenemos o no vehículo, porque el precio de los combustibles es un insumo que afecta a toda la cadena productiva. Así es que lo sufrimos cada vez que vamos a comprar el surtido, por ejemplo. Así, lo sufre la chismosa de doña María que se llena cada vez menos costándole cada vez más…
Esa probabilidad, es irrefutable en términos reales y puramente legales, en tanto la norma es bien clara y precisa al respecto. Claro que ese nivel de certeza tiene un sesgo y es el de la decisión política de aplicarla o no. Tal como ha venido ocurriendo a partir que se conocieron las 800 mil firmas que dieron paso al referéndum, lo que puso un freno en un mecanismo perverso de ajuste del precio de los combustibles como el que prevé la LUC. Además, es muy poco probable que una vez que los productos suben su precio luego bajen si ocurre que los combustibles ajustan a la baja siguiendo el curso del precio internacional del barril de petróleo. A todas luces es un sistema tan inestable que basta con ver la evolución del precio del crudo para comprender que nos llevaría a un imaginario indefinido de subas y bajas constantes que no se derramaría en la canasta porque los precios de los productos no bajarían al mismo ritmo, ante el probable escenario de suba posterior.
A esta altura, es un capricho demasiado caro no solo para el bolsillo de los uruguayos (o la chismosa de doña María), sino para la propia economía uruguaya. Porque termina afectándonos como país en el sentido que ningún inversor pondrá sus capitales en riesgo si el país no le asegura cierta estabilidad en el precio -nada menos- que de uno de los insumos principales de todo emprendimiento productivo como son los combustibles. ¿Acaso piensan que un inversor asumirá el riesgo de venir a instalarse sin saber con certeza a qué precio deberá pagar el combustible para su negocio? ¿Puede pensarse que un inversor dejará librado su plan de negocios a la incertidumbre de no saber el precio final de uno de los insumos principales de cualquier cadena productiva? No hay economía que lo resista, por eso es que los países en que se aplicó, abandonaron esta forma de ajuste y fueron por la fijación anual ponderada, que asume costos en tiempos de precios al alza y amortiza los mismos cuando el precio internacional baja. Pero, manteniendo estabilidad temporal de precios lo que permite una planificación ordenada a cualquier inversión.
Sabemos que el tema es ideológico pero cuando a la ideología se le suma el capricho o la soberbia de no reconocer el error, solo se puede esperar que el panorama empeore.
Por eso y por otras 134 razones, hay que Votar SI…
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