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lunes, 18 de noviembre de 2024

De todas partes vienen…

Faltan pocos días para conocer al próximo presidente de los uruguayos, una instancia que ya superó la contienda del debate (¿?) establecido por la ley Nº 19.827 con carácter obligatorio entre aquellos candidatos a la Presidencia de la República que no habiendo logrado la mayoría absoluta requerida por el numeral 9º del artículo 77 de la Constitución de la República, deben comparecer a una segunda instancia electoral. En esta ocasión, el voto es a una fórmula y mientras el candidato oficialista hace gala de una supuesta mayoría coaligada, el líder frenteamplista no solo tiene asegurado el caudal de votos frenteamplistas de la primera vuelta, sino que lejos de perder voluntades suma adhesiones. De todas partes vienen… y quieren a un canario como Presidente.

La campaña se hizo larga si tomamos en consideración la interna, pero corta e intensa a estar por las sensaciones que va dejando a poco de culminarse el ciclo electoral. No hay mucho entusiasmo en la gente y el escenario de paridad genera –también- un grado de incertidumbre a estar por los pronósticos.

Sin embargo, todas las encuestas dan como favorito al candidato frenteamplista, con la salvedad de dejar el resultado abierto y dentro de los márgenes de error. Nadie se la juega en una suerte de estrategia -que se reitera últimamente- de ponderación positiva para el oficialismo llevándolo al techo de sus proyecciones y a la oposición al piso de las mismas. Generando esa sensación de incertidumbre con escenario abierto, lo que para los frenteamplistas es un incentivo adicional para redoblar esfuerzos hasta el último minuto.

Debate licuado

El formato elegido para la instancia en que ambos contendientes se enfrentaron cara a cara no fue el más atractivo ni el más efectivo. Si alguno piensa que después de esa puesta en escena algún indeciso definió su voto creo que le erra fiero. Es más, creo que el público de ese debate no fue precisamente el núcleo duro de indecisos, quienes seguramente fueron parte de otra audiencia mucho más entretenida.

Esta elección se va a resolver por otros factores que pesarán a la hora de elegir al próximo mandatario, y la honestidad va a ser uno determinante. En ese punto, precisamente, flaqueó el candidato oficialista quien terminó expuesto por analistas en varias afirmaciones falsas deslizadas durante el evento. Algo que le quitó credibilidad y lo dejó expuesto de forma flagrante en una oportunidad única para mostrarse tal cual es.

Afirmar, por ejemplo, que los homicidios registran una baja es –además de falso- una grosería que se cae a pedazos ante la realidad. Esa a la que apela el presidente Lacalle Pou para referirse al tema repitiendo la misma falsedad al otro día del debate como si fuera un mantra. Por más que repitan mil veces lo mismo, los datos crudos y duros demuestran que este quinquenio (con dos años de pandemia a favor) ya es récord de homicidios y sin contar las muertes dudosas que crecieron de manera escandalosa y no entran en las estadísticas. 

Las exageradas prédicas contra las administraciones frenteamplistas desviaron a Delgado del propósito principal del debate, restándole tiempo y espacio para sus propuestas. La actitud beligerante de uno y conciliadora del otro, fueron imágenes bien nítidas que quedaron de un debate licuado y muy poco atractivo para la ciudadanía. 

Votos en fuga

Las elecciones se ganan con votos, y en esta segunda vuelta esos votos valen dobles cuando vienen de otras tiendas. Por lo tanto, cada voto que sume la fórmula frenteamplista proveniente de otras filas tiene un valor inmensurable que pesará en la definición. Mientras la Coalición Multicolor perderá voluntades en esta segunda instancia, el Frente Amplio –fiel a su más reciente historia en ballotages- ampliará su votación de la primera vuelta lo que le allana el camino hacia la obtención del primer sillón presidencial.

Claro que no hay nada ganado, se precisan votos y para eso es que hay que convencer y acercar a quienes no estuvieron en la primera vuelta, pero están dispuestos a dar una oportunidad al cambio que propone un gobierno donde la honestidad sea un signo de preferencia.

Las elecciones son el hito principal de una democracia donde el soberano se expresa a través del voto. Un calibre que mide y evalúa la gestión de un gobierno aprobándolo o cesándolo en el ejercicio del poder. Esa es la máxima expresión de la democracia, donde el soberano califica la gestión, y renueva o cambia.

Este próximo 24 de noviembre tendremos la oportunidad de elegir al presidente, al mandatario al que le daremos la enorme responsabilidad de dirigir las políticas públicas por los próximos cinco años. El pueblo ya eligió sus representantes en octubre, ahora elige al jefe de gobierno y con él a quien liderará los equipos que tendrán la responsabilidad de cumplir lo prometido.

Las adhesiones a la candidatura de Yamandú y Carolina se han ido sumando en este corto mes de segunda vuelta. Así, mal que le pese a alguno, los batllistas están dando su apoyo a Orsi de forma indisimulada. Son muchos los ejemplos que vinieron desde el norte y que se han ido replicando a lo largo y ancho del país. También de filas nacionalistas llegan noticias con adhesiones de militantes que han decidido apoyar la fórmula Yamandú-Carolina en la segunda vuelta, sin miramientos ni medias tintas. A ellos se sumarán cabildantes, independientes y votantes de a pie que quieren un cambio de rumbo para el país.

De todas partes vienen y quieren llevar a Orsi a la Presidencia de la República.

Por algo será…


el hombre abría las ventanas,
el perro abría su casilla…


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