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lunes, 5 de agosto de 2024

Tobilleras: ¿desidia y poco apego?

Fuente imagen: Telemundo
La frase la inmortalizó la actual ministra de Economía y Finanzas -Azucena Arbeleche- con la intención de caricaturizar la gestión frenteamplista; sin embargo, no pudieron demostrar ni lo uno ni lo otro de tan mediática frase. Por el contrario, la misma frase hoy define su gestión y la de sus compañeros de gabinete (café vencido y Vale emprender, del MIDES; chatarras que no vuelan, Defensa; espionaje a senadores y pasaportes a narcos, Interior; por citar los más escandalosos). Frase que se impone como un signo distintivo de una administración que vino a cortar un ciclo de transformaciones que disfrutábamos todos los uruguayos, para beneficiar solo a algunos. Inundaron con discursos sobre el déficit fiscal y nos dejarán el mismo o peor guarismo con el agravante de un empeoramiento de los ingresos de trabajadores, jubilados y pensionistas, a los que debe sumarse el incremento exponencial de endeudamiento que elevó la cifra en varios miles de millones y una peligrosa incidencia respecto al PIB. Mucho más triste es que la desidia y el poco apego se aprecien en la gestión de la seguridad y termine costándole la vida a alguien… 

Monitoreo electrónico 

Todas esas situaciones escandalosas por sí mismas, no son comparables cuando el valor que está en juego es la vida de una persona. Y en eso también han fracasado, deprimiendo una gestión que supo ser exitosa y revolucionaria en su momento como es el caso del programa de monitoreo electrónico para atender la violencia de género.

El programa de tobilleras electrónicas comenzó en febrero de 2013 no sin resistencias. Todavía recuerdo aquella presentación en un hotel del centro en que un representante del Poder Judicial ponía en duda la implementación del sistema de monitoreo electrónico que ofrecía el Ministerio del Interior para poner freno a la violencia de género que se había cobrado muchas vidas hasta ese momento. La estigmatización que podría sufrir el agresor que portara un dispositivo de esa naturaleza, fue el argumento esgrimido. Rápidamente rebatido por los impulsores de la iniciativa quienes no solo dieron razón a los argumentos legales que debían acompañar la decisión de un Juez para la colocación del dispositivo, sino que fundaron su opinión en la prevención de hechos desgraciados que se evitarían con su correcta instrumentación. 

Con un esfuerzo presupuestal de consideración, el Estado -a través de la cartera gestionada por el extinto Eduardo Bonomi- impulsaba una tecnología que vendría a revolucionar la trágica historia de femicidios en el Uruguay, haciéndolo con singular éxito. A tal punto que lo que se resistió al principio terminaría generando un efecto rebote que llevó a colapsar el sistema por falta de dispositivos ante la avalancha judicial de instalaciones pendientes. Lo que sería una medida extraordinaria pasó a ser regla y aplicada en todos los casos, lo que llevó a una regulación necesaria que diera sentido a una medida reservada para casos extremos.

Lo concreto fue que, superada esa instancia, el monitoreo electrónico fue tremendamente efectivo y combinado con protocolos adicionales de actuación, dieron sustento y eficacia total al instrumento. La DIMOE (Dirección de Monitoreo Electrónico), ostentaba el hito de 0 (cero) episodio trágico en su haber, un distinguido sello que lucían orgullosos… hasta hoy.

Algo falló

La tragedia no es nueva salvo por la particularidad de sus protagonistas. Una mujer víctima de violencia de género, murió tras ser apuñalada en el pecho por su expareja quien era parte del programa de monitoreo electrónico y portador de una tobillera.

Las circunstancias del caso lo convirtieron en un triste récord pues es la primera muerte que se produce en el programa desde su implementación en 2013. Y si bien nadie puede impedir a quien tiene la firme decisión de acabar con la vida de otra persona, el mecanismo instrumentado tenía su potencialidad no solo en los dispositivos propiamente dichos sino en los protocolos adicionales que la Policía instruyó para cubrir lo que la tecnología no podía. Tal el caso en cuestión en que el portador rompió el dispositivo, circunstancia que genera una alarma -la más relevante- por la que se dispara un protocolo de resguardo inmediato para la víctima hasta tanto se conozca el paradero del agresor. Porque, una vez roto el dispositivo, la actuación policial tiene dos acciones primordiales, la primera, dar protección a la víctima; la segunda, ubicar al agresor sin su tobillera, y, hasta tanto eso no ocurra, la víctima debe estar protegida por una custodia.

Eso que funcionó siempre, tuvo su primera falla el pasado 2 de agosto en el barrio de La Teja, hasta donde llegó quien estaba requerido desde Abril (¿?) y recién fue ubicado y detenido después que cometió el femicidio de su expareja, y no antes como debió ser, según los protocolos.

Son muchas las preguntas que nos hacemos, y aunque se esgrima que la víctima no quiso custodia como se argumenta por parte de la Policía, no es menos cierto que existía la obligación de dar con el agresor desde el momento mismo que rompió la tobillera. Resulta extraño que ahora, consumado el femicidio, se lo ubicó rápidamente y no antes, lo que deja una sensación similar a la expresión de la ministra Arbeleche sobre la desidia y el poco apego.

Todo lleva a pensar que no lo encontraban porque no lo buscaban.

Entonces, allí es que nos parece que hubo desidia y poco apego para cumplir con el protocolo de actuación que es -ni más ni menos- un reaseguro funcional para lo que las tecnologías no pueden garantizar.

Porque no alcanza con que se estampe REQUERIDO en el sistema si no se implementan acciones que hagan de esa condición un disparador de relevancia por las consecuencias que pueda tener el caso. Es cierto que son muchas las situaciones a contemplar, pero estas -asociadas a la violencia de género precisamente- fueron de las más graves a considerar y tuvieron un trato diferencial que hoy parecen no tener, a estar por este triste resultado.

Algunas veces el exceso de confianza, otras la desidia, y otras tantas el poco apego a la función, tienen trágicas consecuencias.


el hombre buscaba respuestas,
el perro ladraba una alarma…


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