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El malla oro o el piojo del águila
Era una espina clavada en el zapato multicolor y tratarían de extraerla ni bien pudieran, siendo una de sus primeras demostraciones del poder que ostentan. Así fue que, sin mucho preámbulo y sin especular en los tiempos económicos, sacaron a remate el avión presidencial. Un avión multipropósito transformado en ambulancia aérea al que prácticamente regalaron en una segunda almoneda (la primera fue declarada desierta). Eso es desidia en el más amplio sentido de la palabra, porque no pusieron ni un poco de ganas en administrar el dinero de todos nosotros haciendo que la venta fuera, al menos, por un precio comercialmente aceptable. Lo regalaron sin más, olvidándose que no estaban entregando algo propio sino parte del patrimonio de los uruguayos. Y a la desidia original le adicionaron una ausencia absoluta de apego (ni siquiera un poco) para intentar gestionar aceptablemente un bien público de esa naturaleza.
Y por si todo ello no bastare, a esa incalificable forma de gestionar los bienes públicos le agregaron la compra de dos aviones Hércules españoles, que acumulan varias décadas de uso y miles de horas de vuelo, con el consiguiente costo adicional de su mantenimiento. Mostrando aquí sí, mucho apego para quemar miles de dólares en combustible para el traslado de un mínimo equipamiento médico al centro del país cuando en un camión el costo hubiera sido infinitamente menor, por citar un ejemplo reciente de esa inexplicable forma de gestionar nuestros dineros.
Pero la desidia es un fenómeno que, al parecer, este gobierno lo piensa combatir con estímulos contantes y sonantes, traducidos en aumentos de sueldo para cargos de directores en detrimento de puestos de alta sensibilidad social como los cargos cesados de cuidadores o asistentes personales asignados al Plan Nacional de Cuidados. Un plan que empieza a ser desmantelado sin medir las consecuencias sociales que tendrá en los cientos de beneficiarios, uruguayos que conviven con sus patologías y que tuvieron una ostensible mejora en su calidad de vida gracias a los asistentes personales que le dieron complemento vital a su existencia. Ese costo social ineludible que supimos asumir los uruguayos, empieza a deshacerse para dar aumentos significativos a cargos políticos que no tienen correspondencia con ningún otro beneficiario que no sean los propios beneficiados.
Mientras, el Parlamento discute la aprobación de la Ley de Presupuesto, la ley madre donde se expresa el programa de gobierno. El proyecto contiene un cúmulo de recortes presupuestales que afectarán la vida de los uruguayos por los próximos 5 años; y todo ello, en un contexto mundial de pandemia en el que los organismos internacionales aconsejan lo contrario. Uruguay, es el único país que aplica un ajuste fiscal en plena pandemia, apostando a beneficios para los sectores más privilegiados abonando a la fracasada teoría del derrame.
Hoy se manejan otros conceptos y –al decir del Presidente- se apuesta a apoyar al “malla oro”, desconociendo que, precisamente, esa figura es la más cobijada del pelotón siempre y cuenta con un séquito de “peones” que trabajan para él, y no necesariamente al revés como se pretende explicar. Efectivamente, el malla oro –al decir del recordado Luis Modesto Soler- es como el piojo del águila, ese que vuela más alto, y sin esfuerzo, al cobijo de su parasitario accionar.
Duele mucho ver que se alteren sustancialmente los conceptos para justificar una diferencia que es puramente ideológica, que no admite que la masa trabajadora sea la dueña de su destino, se erija en motor del mercado interno y dinamice la economía uruguaya. Algo que no necesita otro ejercicio que repasar cómo sorteó el país sendas crisis económicas en épocas recientes, tiempos en que los vecinos veían hundir sus economías con efectos colaterales que nos pegaban con fuerza destructiva siempre. Resulta inexplicable que no se acepten recetas que resultaron exitosas para nuestra economía; resulta inexplicable que se congelen los salarios sin más pensando que con ello terminarán cerrando las cuentas fiscales.
Ocurrirá lo contrario cuando el mercado interno se paralice y se empiecen a ver los resultados de la detracción del consumo a consecuencia de la pérdida salarial de los trabajadores, como ha ocurrido a lo largo de la historia económica uruguaya, y allí no tendrán –siquiera- la valentía de reconocerlo. Estas mismas recetas ya se aplicaron –y fracasaron- antes; NUNCA llegó el tan promocionado derrame.
Los mejores 5 años de tu vida
Los pronosticadores de gobierno invitan a que les creamos, y lejos de acompañar sus proyecciones con argumentos demostrables, emiten diagnósticos y estimaciones de recuperación que no tienen base fáctica sustentable, llenando de incertidumbre el futuro de los uruguayos. Los trabajadores deberemos confiar que en el 2024 recuperaremos salario, porque así lo pronostican los dueños de la “agencia”.
Pero, olvidan algo que es muy importante en materia de marketing, y es la satisfacción del cliente. Un cliente que ya no es aquel elector al que debían convencer, hoy ya es un cliente cautivo (al menos por 5 años), que no tiene opciones y al que la promesa de los mejores cinco años de sus vidas empieza a generarle ansiedades. Es que el precio de haber generado tamaña expectativa es un monto del que más temprano que tarde deberán rendir cuenta. Todavía queda margen gracias a una pandemia que ha servido de excusa -y de escudo- a un gobierno que aprovechó las circunstancias para imprimir una profunda reforma del Estado afectando los intereses de estudiantes, trabajadores y jubilados, que en su inmensa mayoría verán afectados sus estudios y sufrirán pérdida de ingresos.
Aún no percibimos los efectos plenos -ni de la pandemia ni de lo que encierra el presupuesto multicolor-, y una de las razones es que todavía tenemos una acumulación de recursos heredada que nos da aire.
Herencia de un gobierno que perdió las elecciones por muy poco, pero al que ya muchos empiezan a extrañar…
el hombre rascaba el bolsillo,
el perro el fondo de una olla…
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