Exceso de poder
Mientras todavía resuenan los ecos de la renuncia/destitución de Erode Ruiz como Jefe de Policía de Montevideo, los episodios de violencia no cesan y lejos de contenerlos se incrementan aún más. Todo parece indicar que el camino elegido por las nuevas autoridades, no solo era equivocado, sino que pecó de inocente o –directamente- de ignorancia extrema. No era una cuestión meramente discursiva, se creyeron su propio relato sobre el ejercicio de la autoridad pensando que era pegar cuatro gritos y con eso bastaba; o –lo que fue y es mucho peor- restituir viejos cuadros policiales con la idea de volver a una Policía de otra época, atrasada en el tiempo y alejada de la modernidad con que fue dotado el instituto hoy día.
Se comieron el relato de una falta de respaldo que ahora empieza a mostrar sus flancos indefensos ante la absoluta falta de información sobre lo que ocurre en los barrios de Montevideo, enterándose por la prensa, y cuando hay información relevante, se amputan la posibilidad de recibirla si proviene de alguien ajeno a su filiación partidaria. No se puede ser tan mezquino; no se puede ser tan ingenuo.
Afiliado a la tesis de que el que manda es el que grita más alto, no le faltó nada para renunciar a un policía que cometió el error imperdonable de querer conocer detalles relevantes sobre lo que pasaba en los barrios donde se estaban produciendo desalojos a mano armada; información que no tenían, y que menos podría brindarle quien debiendo trabajar en el territorio y conocer el tema, se dedica a hacer ruedas de prensa para hablar obviedades. Por querer hacer bien su trabajo, es que fue destituido Erode Ruiz. ¿De aquí en más, quien se va a atrever a recibir información de alguien que no sea del color partidario del Ministro, o –sin llegar a ese extremo- sin consultarle antes sobre la pertinencia de recibir a alguien?
El mensaje implícito es de extrema gravedad y afecta la seguridad de todos nosotros por cuanto cualquier investigación se detendrá hasta tanto no se cuente con la anuencia del Ministro para recibir información. Cualquier investigador tendrá cercenada la posibilidad de contactar algún informante debiendo solicitar la autorización previa al Ministerio del Interior, tal cual lo dejaron escrito en una orden interna posterior a los hechos que pusieron fin a la carrera de Ruiz en la Policía Nacional.
“Juera jalogüin!!”
Por si fuera poco, en esta acumulación de yerros, con la excusa de la pandemia y la divulgación de los números de casos al alza, el Ministerio del Interior planificó varios operativos para contener la aglomeración de personas en espacios públicos e impedir la realización de fiestas por la celebración de Halloween. Claro que esto no importaría si la situación de la seguridad realmente tuviera los excelentes resultados que pregona el Ministro, pero parece ser que la realidad se encarga, día tras día, en contradecirlo. Así fue que los homicidios se siguen produciendo con la misma curva que años anteriores, en un escenario donde la movilidad social está acotada por la pandemia (y ahora –también- por la acción represiva policial).
En tanto, la Policía debió abandonar el barrio 40 semanas para “resguardar su integridad física” (un policía recibió un disparo que le fracturó una pierna), según reza en un comunicado divulgado a periodistas por la cartera; con ese antecedente no tuvo mejor idea que organizar en pleno centro de la capital, sendos operativos donde sobre las 23 horas aproximadamente, del pasado domingo 1º de noviembre y en forma simultánea, se encargaron de disolver pequeñas concentraciones de personas que disfrutaban de la noche primaveral.
Extraña el sesgo a la hora de medir cuales son las concentraciones que se permiten y cuáles no, porque el sábado, en la circunvalación del Palacio Legislativo se llevó a cabo una concentración religiosa de más de medio millar de personas y no hubo ni un patrullero en el lugar. Pero en lugares emblemáticos construidos bajo administraciones frenteamplistas como la Plaza Líber Seregni, hubo una orden directa de disolver con represión policial excesiva e injustificada.
Va quedando claro que el gobierno multicolor no hizo nada de forma improvisada, más bien fue lo contrario. La LUC fue el instrumento que necesitaban para poder contener el mal humor social que generaría luego su Ley de Presupuesto, y con las herramientas aprobadas por aquella poder contener cualquier intento de protesta que generara el conocimiento de los recortes presupuestales. Los episodios de este fin de semana largo son un mero ensayo para lo que se podría venir cuando los efectos de un presupuesto restrictivo como este empiecen a surtir efectos.
Lo triste es ver cómo se pierde lo acumulado en la generación de una Nueva Policía, tras década y media de administración frenteamplista. Una fuerza que empieza a dejar atrás aquellos valores construidos en clave de defender los derechos de las personas, y en la que las viejas estructuras dejan salir sus rencores contenidos y de la peor forma. Porque tampoco es que enfrenten a la delincuencia, sino que van contra el trabajador, el estudiante, el vecino, los que una noche de primavera y en medio de una mermada actividad social, se juntan en la plaza a disfrutar lo que todavía nos queda (quedaba) de libertad ambulatoria.
Reitero, no se trata de justificar esta o aquella convocatoria, se trata de entender la discrecionalidad que aplican a la hora de permitir unas y prohibir otras, al tiempo de criticar fuertemente la falta de idoneidad para disuadir antes que reprimir.
¿No tendría que haber estado un equipo de convivencia intentando disuadir las aglomeraciones como medida previa antes que interviniera la Policía? ¿No hay mediadores de la Policía que pudieron evitar cualquier exceso posterior? ¿Hay imágenes del operativo? ¿Las cámaras personales de la Policía se siguen utilizando?
Son algunas de las preguntas que me hago para poder entender la razón de estas medidas más allá de las razones sanitarias que exhortan a un aislamiento voluntario, que por ahora sólo parecen exigirse para algunos.
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