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martes, 8 de septiembre de 2020

De aquel honor no queda nada

La palabra honor merece otro tratamiento muy diferente al que le brindan algunos protagonistas de la historia uruguaya, esa que están escribiendo con dichos y con actos, los mismos actores que no hace mucho daban cátedra de pundonor y respeto institucional. Esos mismos que construyeron un relato basado en burdas mentiras que hoy se desvanecen por la razón de los hechos que ellos mismos protagonizan. Si no hubo honor en los tribunales encargados de evaluar la conducta de represores y violadores de DDHH, (que diera origen a una de las más elaboradas operaciones de inteligencia que hayamos visto en la historia reciente), menos lo hay en la actitud asumida por el senador Manini Ríos. Atrás quedaron sus promesas de campaña, sus gritos destemplados afirmando la mentira que hoy se consuma con la manifiesta decisión de no votar su desafuero, saliendo de sala. Del ridículo no se vuelve, de la mentira tampoco, y de aquel honor no queda nada…

Destruido en unos pocos caracteres

El periodista Gabriel Pereyra es un provocador en redes, tal cual él mismo se definiera en reciente reportaje. En su afán de serlo, muchas veces genera sentimientos encontrados que nos ponen en veredas opuestas pero siempre sin dejar de reconocerle la inteligencia de sus opiniones aún en el disenso más absoluto. Sin embargo, también le reconozco casi siempre, una genialidad en ese poder de síntesis que ostenta, como en esta ocasión en que resumió en un tweet la actitud de un militar que borra de un plumazo su corto pero trascendente historial político. Un recorrido electoral construido de forma vertiginosa que puede desplomarse rápidamente con la posición que asumió en ocasión de su solicitud de desafuero.

El tweet en cuestión reza: “Borrando con la culata todo lo escrito con la bayoneta”. Aplausos y más aplausos para una frase que sintetiza las múltiples sensaciones de muchos orientales; tanto de los que le votaron como los que no, porque asumo que el faltar a la palabra empeñada es una actitud que todavía conserva un peso tremendo en la escala de valores de los uruguayos. Significa una forma de actuar que marca la integridad de esa persona de forma indeleble, de modo que ningún otro acto podrá borrar en el futuro. Una marca a fuego para la memoria colectiva que dejará de reconocer al hoy Senador por su vertiginoso ascenso electoral para pasar a tenerle como el que faltó a su palabra, el que mintió, el que actuó con cobardía y se escudó en los fueros parlamentarios para no responder ante la Justicia por hechos que cometió cuando aún no era Senador.

Esa actitud de ponerse a resguardo usando una prebenda constitucional pensada para otras situaciones, será –de aquí en más- una pesada mochila que marcará su vida política. Y lo hará con el peso que significa para quien se arropó con un vestuario que no supo honrar, para quedar despojado de toda la confianza que le depositaron quienes veían en él a un militar honorable.

 Detrás de todo esto están los tiempos políticos, esos que supo utilizar a su antojo quien armó su estrategia de tal forma que metió en el medio a los socios de una coalición que ve peligrar su continuidad en caso de votarse el desafuero. Porque subyace la amenaza de no votar el presupuesto que es el precio que puso Manini a sus fueros. Fueros de los que hizo sobradas gárgaras de no ampararse.

Poca o ninguna gracia le debió causar al Presidente el abuso mediático que hiciera el Ministro de Defensa sobre las mentadas actas del Tribunal de Honor a Gilberto Vázquez. Porque a pesar de la intención de marcar omisiones de la administración anterior, generó un sentimiento antimilitar basado en la impunidad manifiesta de los servicios de inteligencia que aplicaron el terrorismo de Estado. Con la maniobra, expuso a los mandos militares de entonces, entre los que estaba –precisamente- el protagonista de esta historia. En jerga de barrio podríamos decir que Javier García “entró como un caballo”, o que “comió de la mano” del titiritero de este sainete que no es otro que el mismo Manini.

Es cierto que Pepe Mujica se expresó en contra de su desafuero desde siempre, para no permitir que se victimice y así construir una figura política de mayor peso a la que supo construirse en la pasada campaña. También es cierto que su interpretación sobre la vuelta a la banca en caso de ser desaforado no dejó de ser una de las varias interpretaciones que existen sobre el punto pero a la que la bancada del Frente Amplio no tomó en cuenta, según lo declarado por sus miembros. Declaración que puso un cerco a la decisión de la coalición por cuanto no hay riesgo alguno de no regresar a la banca en caso de ser declarado inocente o cumplida la condena, como lo manifestaron los Senadores frenteamplistas.

Entonces, si no hay riesgo en ese sentido, ¿qué impide a la bancada oficialista votar el desafuero y dar una señal a la ciudadanía de que en el Uruguay no hay privilegios a la hora de responder ante la Justicia? Parece claro que si no se accede al desafuero –tal como parece ser a estar por lo resuelto por el protagonista mismo de la historia- las razones no serían otras que mantener con fórceps una coalición que pende de un hilo y que necesita mantenerse, al menos, hasta que se vote el presupuesto.

De ahí que desde la Presidencia del Frente Amplio se califique esa actitud como mercenaria, siendo un precio que está dispuesto a pagarse a sabiendas que tiene la llave para votar la principal ley de todo gobierno.

El honor, es una cualidad moral que nos guía en el cumplimiento de la palabra empeñada no solo para nuestros semejantes sino para con nosotros mismos. Es un estandarte que lucimos orgullosamente cuando lo cumplimos, así como es una mancha imborrable cuando lo perdemos. Y ese, precisamente, será el precio que pagará el senador Manini cuando sea la hora de rendir cuentas ante la ciudadanía (la que lo votó y la que no), sobre la conducta política asumida durante su gestión.

Este momento será un mojón ineludible para quien rompió su palabra y con ello dejó por el camino aquel honor del que tanto hablaba. 

Ese mismo honor del que ya no queda nada…


el hombre hizo una promesa,
el perro anotó una mentira…


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