Páginas

lunes, 17 de agosto de 2020

Un lujo miserable

Fue parte de mi infancia, cada sábado era la salida pactada con los amigos del barrio para disputar el picado semanal en el gramillado que lo circundaba. El viejo Cilindro Municipal era la cita obligada de los del Villa Española y aledaños. Hoy fue reemplazado por una obra majestuosa que nos puso en el primer mundo sin nada que envidiar a otros países que también cuentan con edificios como nuestro ANTEL Arena. En tiempos de pandemia, y con la emergencia decretada en los primeros días de marzo pasó a ser un edificio ausente, testigo silencioso de una pandemia que golpeó al Uruguay con otra virulencia pero cuyos efectos se hicieron sentir con el cierre de todos los espectáculos públicos, entre otros.. Se apagaron sus pantallas, las luces que marcaban su presencia y que jerarquizaron toda una amplia zona pasaron a quedar presos de decisiones que van más allá de una emergencia sanitaria circunstancial. Atrás de su prolongado cierre se manifiestan –de forma por demás evidente- intenciones políticas de demonizar la obra pública más importante de las últimas décadas y que algunos no vacilan en tildar de gasto innecesario. El Palacio Legislativo también fue –en su momento- un gasto innecesario, sin embargo nadie cuestiona esa magistral obra arquitectónica de la que nos enorgullecemos todos los uruguayos. Por eso, cuando ahora paso todos los días y lo veo allí, majestuoso y a oscuras, no puedo dejar de pensar que hoy nos estamos dando un lujo miserable…

Adiós al Cilindro

A escasas cuadras de mi casa era –además- un paseo tradicional que convocaba a cientos de personas que tenían en ese lugar un rincón donde llevar a los gurises a disfrutar de los juegos del “Tony Park” que ocasionalmente recalaban en ese espacio. Tristemente célebre, tras servir de cárcel para presos políticos en la dictadura, en el regreso a la democracia volvió a ser el centro de espectáculos para el que fue creado. Ya no sería el ciclismo –crecí escuchando los relatos de mi viejo sobre la pista de parquet que se acondicionaba allí para disputar los 6 días- sino el basquetball y hasta supe ir a ver patín sobre hielo con el “Holidays on ice” o boxeo internacional en pantalla gigante a todo color.

En su circunvalación también fui espectador de carreras de motocross en pista especialmente acondicionada a ese fin, y ni hablar de los tablados que se montaban cada carnaval, reemplazados luego con el Escenario Canario Luna primero que fuera luego construido como parte de la descomunal obra del Arena y hoy es el Auditorio Canario Luna.

Una noche, el viejo edificio se cobró todas las facturas a los años de poco mantenimiento sumados a la añosa estructura de un edificio modelo para su época. Una construcción modelo no solo por su construcción cilíndrica sino por la ingeniosa idea de su techo colgante. Ese mismo techo que fue soportando remiendos y membranas que un día pasarían factura. En una noche de octubre de 2010 las cámaras de seguridad registraron el inicio del fin de aquella obra. Un corto circuito o el sobrecalentamiento de los focos de seguridad que quedaban durante la noche dieron inicio al foco que terminó cobrando fuerza hasta hacer colapsar el techo del recinto y provocar el derrumbe de aquella estructura colgante. Una desgracia con suerte pues de haberse registrado en medio de un espectáculo hubiera sido catastrófico.

Esa fue la partida de defunción de un edificio emblemático cuya reconstrucción se convertía en inviable y que dejaría espacio para la idea de contar con un Arena como tienen los países del primer mundo. 

Bienvenido ANTEL Arena

Hoy luce apagado y sin actividades, la excusa es la pandemia mundial del Covid-19, y si bien puede tener algo de cierto no es tan así a mi modo de ver. Porque durante muchas semanas hubo que esperar una respuesta para los cientos de actores que no tenían autorización para recomenzar con sus actividades imponiendo el distanciamiento social como principal argumento que impedía retomar con la actividad cultural. Teatros y cines debieron esperar –algunos de estos rubros aún esperan- para retomar con estrictas medidas que hacen inviable la actividad en la inmensa mayoría de los casos. Algo que –de haberse habilitado el coloso del ANTEL Arena- hubiera permitido concentrar allí a todo el colectivo de actores que bien podrían haber paleado la pandemia con otra perspectiva y sin sufrir las penurias económicas que hoy siguen padeciendo. Y hubiera sido -también- un recinto seguro para que el público asistiera a presenciar los mismos sin poner en riesgo su integridad y cumpliendo todos los protocolos establecidos al respecto.

Sin embargo, nada de eso se ponderó hasta ahora y la principal obra pública de los últimos 50 años seguramente, se mantiene a oscuras y cerrada a toda actividad. No pasa lo mismo con su entorno, ese del que se han apropiado miles de montevideanos y visitantes ocasionales que no dejan pasar un fin de semana de sol para adueñarse del lugar y recalar en sus instalaciones junto a los más pequeños. Porque eso también es parte de la inversión que se hizo en una obra que es orgullo para la mitad del país y recibe críticas –absurdas hoy día con la obra ya construida- de la otra mitad (al menos de los que los representan desde el gobierno).

Se habla de auditorías al proceso de construcción para –otra vez- volver a instalar el tema en la agenda electoral de los uruguayos (porque no se persigue otro fin que ese, de seguir en campaña olvidando que hoy son gobierno y tienen que gobernar). Salen con informes sobre el valor real estimado de la obra y lo difunden como si con ello pudieran demostrar la inconveniencia de la inversión. Cualquier desprevenido puede advertir que una vez hecha la inversión el costo real ya no es el punto a dilucidar por la sencilla razón que ya está hecha, ahora el punto es amortizarlo con espectáculos que generen recursos al tiempo de otorgar calidad cultural al verdadero dueño del edificio: el pueblo uruguayo.

El barrio cambió, la zona cambió, la gente cambió también a partir de esa obra –que se suma a otras en la zona- y que le han dado calidad de vida de forma notoria junto con la mejor de los servicios públicos asociados a esa mega obra. 

Viene siendo hora que dejemos de lado tanta mezquindad a la hora de gobernar y pensar en la gente, esa que supo llenar el ANTEL Arena mostrándose orgullosa de un edificio público de calidad y que pertenece a los uruguayos gracias a la defensa que hicieran de su empresa pública de telecomunicaciones.

Más que el lujo de la miseria, tener cerrado el ANTEL Arena, y sin fecha cierta para su reapertura, es un lujo miserable que deberían evitar.


el hombre se hacía una selfie,
el perro ladraba en la explanada…


No hay comentarios:

Publicar un comentario