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jueves, 6 de junio de 2013

Fútbol y violencia: ¿La Biblia y el calefón?

 
Nos estamos acostumbrando a vivir hechos que no debieran asociarse pero aparecen mezclados, cada vez con mayor frecuencia. No es del todo cierto que sea algo exclusivo de los tiempos actuales pero sí debemos convenir en que la virulencia que han tomado algunos incidentes -sin llegar a extremos gravísimos de otros años- son una señal preocupante. También es cierto que hay quienes hacen de la ocasión una oportunidad para actuar cualquiera sea su finalidad.


Un hilo conductor

En una actividad organizada por Asamblea Uruguay (ciclo de charlas "Uruguay en Asamblea"), Bonomi habló desde su condición de simple ciudadano, preguntándose sobre la serie de sucesivos incidentes que se vienen produciendo últimamente, los que parecen no tener -necesariamente- al delito como condición o causa principal. Así enumeró los incendios a escuelas sin fines de hurto, el vandalismo a contenedores de basura en varios puntos de la ciudad y sin que se asocie con reclamos sindicales ni de otra índole; y, más recientemente, el ataque a la Suprema Corte de Justicia en ocasión de los festejos por el campeonato uruguayo obtenido por el Club Atlético Peñarol.

Más dudas que certezas que nos dejaron pensando qué se esconde -si es que hay algo oculto- detrás de hechos que no parecen tener vinculación entre sí. Salvo que exista alguna razón que las unifique -que habrá que investigar y de hecho está en curso una investigación- para poder echar luz en el tema o develar que se trata de simples casualidades y no de "causalidades".

Así planteadas las cosas -y sin más datos que esa duda que habrá que dilucidar- el tema de los desmanes ocurridos en ocasión de los festejos (?) por un campeonato logrado con holgura futbolística, dejan ese sabor amargo y una asociación injusta en el imaginario colectivo. Es que, nuevamente un triunfo carbonero termina con destrozos y saqueos a comercios. La imagen del kiosco incendiado parece de otro contexto y de otro Uruguay. Ni que decir de atentar contra la sede madre del Poder Judicial, algo que nada tiene que ver con el festejo que se estaba produciendo... ¿o sí?

A nadie escapa que la Suprema Corte de Justicia ha tomado posición en temas referidos a DDHH que provocaron el descontento de muchos uruguayos - lastimosamente no de todos- pero lo que no encaja es la ocasión y mucho menos, el método. Aunque, si hilamos más fino, comenzamos a formarnos una imagen que quizás pueda explicar lo ocurrido.

En efecto, la Policía dispuso (lo viene haciendo últimamente cada vez que se preve una manifestación pública que se aproxime a sus instalaciones), medidas de seguridad frente al edificio sede de la SCJ. Sesenta efectivos apostados y un vallado perimetral, se entendieron suficientes para mantener alejados a los hinchas que celebraran un merecido campeonato.

Pero, así como hace falta tan solo una chispa para iniciar un incendio, (y más si se cuenta con un escenario propicio para una fogata), bastó una piedra para iniciar el desastre.

El vallado y los Policías estaban en el lugar, alcanzó tan solo una piedra (a la que luego siguió otra y otra), para dar inicio a la revuelta. También bastó un agresor, al que luego se le sumó otro y otro. Bastó un Policía enfrente, al que luego se le sumaron otros para defenderse, y así se montó un escenario dónde, desde varios cientos (algunos, organizados promotores y otros, circunstanciales cómplices que se sumaron por contagio), generaron un tumulto que tuvo por objetivo vulnerar la protección instrumentada y provocar daños en las instalaciones de la SCJ.

Tras esos incidentes en que fueron repelidos por la Policía, en la huída la siguieron por la calle Rondeau rompiendo todo lo que se les presentaba en el camino. Para algunos, planificados y organizados como se pudo comprobar, el objetivo era el daño, puro y simple. Para otros, los oportunistas que se disfrazan de hinchas en estas ocasiones, su objetivo era el hurto. Simples "rastrillos" que hacen de la ocasión una oportunidad para el delito.

Pero no todos los que saquearon eran "chorros". Así quedó demostrado el día después cuando en medio del Edificio de los Tribunales, apareció un microondas hurtado en el local de 18 y Vázquez, donde reposa una sucursal del "hombre de las cuotas bajas". La intención no fue el robo liso y llano, sino el hurto de un objeto contundente para vulnerar el grueso vidriado del edificio judicial.

También puede interpretarse ello como una señal de fuerza: "robo esto, para hacer esto otro y lo dejo acá para que vean lo que hice"...

La cuestión es que el día después, se habló tanto o más de los actos de vandalismo que del campeonato logrado por Peñarol. Nos vamos acostumbrando a hechos de este tipo, que no pasaron cuando salimos todos a celebrar la llegada de Uruguay tras su exitoso mundial de Sudáfrica 2010; o cuando los actos por el Bicentenario, por citar dos ejemplos de citas multitudinarias en que no hubieron incidentes.

Eso es lo triste y lo que hace que la Biblia siga tan campante al costado del calefón.

el hombre festejó el triunfo,
el perro andaba asustado por los cuetes...

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