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viernes, 27 de abril de 2012

¡Vamos los ladrones! ¿Adónde?


Pasaron décadas sin que el país aplicara políticas carcelarias hasta la llegada de la izquierda al gobierno. Esto molestó a muchos, empeñados en seguir promoviendo un estado de situación que, lejos de rehabilitar, se había convertido en una fábrica interminable de delincuencia con el agravante implícito del perfeccionamiento en el delito de quienes pasaban por las “aulas” penitenciarias. A partir del incidente en Libertad -cuyo desenlace fue de un recluso y un Policía muertos, y otro herido leve- se fueron desencadenando los acontecimientos hasta llegar al motín en el COMCAR del martes pasado.


El Penal de Libertad era uno de los establecimientos en el que los cambios producidos en la Dirección del mismo, había provocado un antes y un después notorio. Sin embargo, fue donde se produjo un hecho que fue desencadenante de una escalada que terminaría en el motín producido en los módulos 4 y 5 del Centro de Rehabilitación Santiago Vázquez (ex COMCAR).

Un recluso con graves antecedentes fue protagonista de un ataque a los guardiacárceles quienes -respetando una discapacidad producto de una herida recibida en ocasión de una espectacular fuga- no aplicaron el protocolo al momento de trasladarlo a entrevistarse con su abogada llevándolo sin esposar. Esta circunstancia fue aprovechada por quien fuera definido muy bien como alguien que “moriría matando”, pues extrajo un arma de entre sus ropas y disparó a quienes le trasladaban. Oseas Pintos llevó la peor parte y -al tiempo de escribir esta nota- sus restos partían en cortejo hacia su Rivera natal.

El proceso iniciado en la gestión penitenciaria sufría un duro golpe que lejos de aminorar la marcha impuesta permitió acelerar los movimientos. Si hoy la noticia es el realojo de reclusos del COMCAR a otros establecimientos es porque se trabajó y mucho para que existieran los cupos que permiten los traslados. 

Seguramente no eran los tiempos programados pues debió acelerarse el proceso de clasificación de los privados de libertad en perfecta sintonía con lo dispuesto como norma para esta etapa: ningún recluso iría a un establecimiento nuevo sin ser previamente clasificado y ponderado de acuerdo a los criterios internacionales que el Gobierno se comprometió a aplicar. No hacerlo implicaría un riesgo que no se está dispuesto a correr, y un retroceso que tampoco se está dispuesto a permitir.

Pero hay algo que sigue sin cerrarnos y nos pega duro. Al tiempo de efectivizarse los traslados, en la partida misma de los ómnibus que transportaban a los reclusos del COMCAR a los nuevos destinos, familiares aplaudían la partida al grito de ¡Vamos los ladrones!.  Y bajo esa inexplicable arenga, partían las unidades colmadas de esos antihéroes que el sistema generó y que hoy se empeña en rehabilitar.

Valores que se trastocan y se transforman en antivalores. Ver -como se vio en el corte de ruta- a mujeres jóvenes escudándose detrás de una señora de avanzada edad (que compartía la misma ansiedad que las demás, conste), a la que mandaban a enfrentar a la Policía, hablan de una inversión o de una carencia absoluta de referencias sociales que es imperioso corregir para que esas personas puedan tener una vida social de relación y no tengan al delito como  su medio de vida. 

Un contrasentido sí, aún cuando se logre el éxito de la rehabilitación, esperan al "rehabilitado" con esa camada de antivalores que harán de aquel un extraño en el mejor de los casos, o -en el peor de los mismos- significa el regreso a un ambiente que pronto deshará lo que se  hubiere conseguido con él. Menuda tarea para el Patronato Nacional de Encarcelados y Liberados, o quien sea que pueda recomponer esos valores perdidos.

Tarea que también compete a los medios de comunicación, que llegaron al punto de victimizar a familiares y reclusos por la situación, olvidando que estos últimos tienen responsabilidad en los hechos ocurridos por ser protagonistas de un motín que destruyó instalaciones que pagamos todos los contribuyentes. El show mediático montado en el corte de ruta protagonizado por los familiares de reclusos pronto se volvería en contra de los medios ante la andanada de opiniones de una audiencia que también se siente víctima y reclama mano dura para quienes considera responsables de su inseguridad.

Hoy son solo reclamos. Reclaman los reclusos, reclaman los familiares, reclaman los sindicatos policiales, reclama la oposición, reclaman los medios de prensa. Todos son demandantes mientras el Gobierno afronta con decisión y posición tomada los efectos de tantos reclamantes sin rehuir a la responsabilidad que le fuera encomendada.

Pero algo no anda bien si los medios hacen de los delincuentes un protagonista de la grilla solo para alimentar el morbo que aumenta el rating. Algo no anda bien si dan pantalla a familiares que arengan a viva voz a privados de libertad por la comisión de delitos como si fueran un equipo de fútbol victorioso. 

Viene siendo hora de llamarse a responsabilidad para que esos valores perdidos comiencen a gestarse con el aporte de todos y muy especialmente de los medios de comunicación. Medios que -no debe olvidarse- hacen uso de un bien que nos pertenece a todos.

Es momento de aportar con imaginación y honestidad para que esta sociedad cambie. Hay que abandonar el estilo Gran Hermano donde todo vale por un punto de rating y pensar que los medios de difusión son un instrumento maravilloso para fomentar valores y no anti-valores. También el resto de los reclamantes debe atender su juego y aportar lo que le corresponda para ser parte de los cambios y que estos sean permanentes.

Y si no es así, que el último apague la luz...


el hombre intentaba hallar una respuesta, 
el perro lo miró como intentando una pregunta...     

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