Sin la pretensión de ser un análisis demográfico ni mucho menos, la comparación me parece adecuada a estar por los fríos –y tristes- números que se manejan. Números que representan vidas de personas que se han perdido lustro tras lustro sin que ningún gobierno pudiera evitarlo. Pero hay algo mucho más grave y es que se han incrementado de forma notoria sin que se avizore un freno a tanta violencia desatada. Los homicidios en el Uruguay se cobran la vida de un pueblo entero, pues a estar por las cifras (aún con los reparos que se pueda tener en la veracidad de las mismas), esta administración superará ampliamente las del último quinquenio frenteamplista, con un número que rondará las 2 mil muertes violentas. Y eso sin considerar el altísimo porcentaje de muertes dudosas que no se contemplan en ninguna estadística, pero que están allí y concentran –seguramente- muchos homicidios sin resolver ni calificar.