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jueves, 28 de enero de 2010

Antón Pirurelo y... que cada uno atienda su juego!!


Publicado en La ONDA digital

A escasos meses de las elecciones municipales, Montevideo sigue sufriendo los dislates de un gremio que pretende ejercer un co-gobierno para el cual no fueron elegidos por la ciudadanía. Y para rematarla, éramos pocos y la abuela tuvo familia, pues idéntica actitud asumen en Canelones. Todo ello atado al recontra manipulado tema de la guerra de patentes. Algo esbozamos en la última nota del año 2009 al referirnos a la propuesta de Mujica para que la patente se cobre con los combustibles, lo cual haría inocua la movida pero claro, sabemos del brete constitucional que hace de ésta una solución a largo plazo.

La negativa a fiscalizar los coches de las Intendencias orejanas al Congreso de Intendentes, (Flores y Colonia), coloca nuevamente en el tapete la actitud de los funcionarios agremiados en ADEOM que en un reiterado desborde de poder, acorralan a las autoridades democráticamente electas.

Para colmo de males, esta vez no solo se niegan a fiscalizar -léase: cumplir con sus funciones, o sea, hacer su trabajo- sino que con dicha actitud niegan la posibilidad de devolver algo de justicia en un tema que nos tiene prisioneros a muchos montevideanos que seguimos pagando la patente - manteniendo los servicios viales de nuestra ciudad- mientras otros circulan sin pagar nada por el uso de los mismos. Claro que se argumenta –también con justicia- la inequidad existente en los valores que se manejan según sea la comuna, pero también es cierto que si todos los que circulan en Montevideo o Canelones pagaran patente, seguramente los valores serían menores.

Asimismo –y volvemos sobre la nota referida- a nuestro juicio hay un error conceptual en la fijación del insumo, al tomar como base el valor de los coches cuando debiera ser lo mismo para todos. El uso que cada contribuyente dueño de un vehículo hace de los servicios viales departamentales no tiene relación con el valor o aforo del coche sino con el costo que los servicios tienen para su creación y mantenimiento, (calles, semáforos, señalizaciones, etc.). Dicho costo dividido por la cantidad de vehículos circulantes daría la cifra que cada uno debe aportar para cubrirlos. Parece fácil ¿no? Pero ya sabemos que para eso, y ante la falta de unanimidad comunal, solo una reforma constitucional podría darle solución.

Volviendo al tema de los funcionarios municipales, su negativa a controlar se basa en la falta de garantías para ejercer dichos controles, aduciendo que podrían tener consecuencias personales por el ejercicio de su función. La pregunta surge de inmediato: ¿cuando actúan en su función inspectiva, lo hacen por sí o porque la IMM les confirió esa tarea invistiéndolos como tales? Entonces, ¿dónde está el temor? A todas luces nos parece una chicana de las muchas que utiliza este gremio para poner palos en la rueda y así como nos dejó un fin de año sin el servicio de recolección de residuos, nos deja ahora en indefensión ante el abuso de la circulación de vehículos que no pagan tributos en su lugar de residencia, fraguando una realidad de la que muchos de nosotros conocemos algún caso.

Es momento de decir basta a tanto abuso y que los funcionarios se dediquen a funcionar, y los dirigentes a dirigir. Es momento que cada quien atienda su juego.

Parece una obscenidad que trabajadores que perciben remuneraciones de las más apetecidas por el común de la ciudadanía uruguaya, no sean capaces de captar el rechazo creciente que generan con este tipo de actitudes. Si Montevideo los tuviera al firme ejerciendo sus funciones y prestando servicios adecuados a las necesidades que enfrenta la ciudad, otro sería el cantar y nos tendrían a su lado reclamando. En cambio, debimos soportar dos años y medio de conflicto con servicios cortados por el incumplimiento de un convenio que, está muy bien que se exija y se cumpla, pero también hay que ver que quien paga las consecuencias siempre es el que les paga el sueldo: el contribuyente. Entonces, cambiemos la forma de protesta y no se tome a la ciudadanía de rehén.

Generalmente se suele argumentar que cuando habla el pueblo es un laudo a respetar, entonces respetemos la voluntad del soberano que sigue renovando la confianza en Montevideo a una fuerza política que además es la responsable de haber reivindicado el ingreso salarial de los municipales. Pero la ambición por querer cada vez más parece no tener límites y llegamos a estos extremos donde nadie sigue su juego y el antón pirulero queda para el olvido. Los funcionarios agremiados asumen, en los hechos, el control de la IMM y las autoridades nada pueden hacer al respecto porque “somos de izquierda y no queda bien andar haciendo de patrón”. Ese conflicto de roles –a 20 años de ser gobierno municipal- parece hoy un contrasentido. Mas que de roles tendríamos que hablar de valores. Valores que se han ido perdiendo dando paso a la viveza de exigir antes que servir, olvidando que la suya es una función donde el dar un buen servicio debe ser una consecuencia natural y no una premisa inexcusable.
El sindicalista debe ser ejemplo entre sus compañeros y cumplir primero que nada y que nadie con las funciones que ejerce y por las que percibe su salario. Esa es la esencia misma del fuero sindical, allí se gana el respeto y se garantiza su representatividad, no es a la inversa. Por su parte los dirigentes políticos tienen la responsabilidad de cumplir los objetivos estratégicos de gestión que le fueron encomendados por la ciudadanía, y para ello es que se los eligió, para que los hagan realidad. Entonces, ¿no será hora de trabajar en ese sentido? ¿No será momento de tener la suficiente humildad como para reconocer que hay un colectivo de personas que esperan por servicios decentes y eficientes por los que paga más de lo que recibe?

Es momento de que cambiemos definitivamente la forma de actuar y de pensar, asumiendo con responsabilidad que esto es un barco que nos tiene a todos dentro y que cada quien debe asumir su rol para poder cubrir con éxito una gestión de gobierno municipal. Es momento de empezar a hablar de resultados y que las remuneraciones vayan atadas con la productividad tan mentada.

Solo así parece viable obtener buenos servicios.

Cada uno atendiendo su juego, como en el antón pirulero.

el hombre leía el diario,
el perro ladraba al gato,
y el gato se lavaba una pata como si nada...

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